Mendoza: Revolución Shakespeareana

Mendoza

¡Tercera llamada! Todos los espectadores se miran entre sí esperando que los actores entren a la escena. Mendoza comienza. Los actores están al centro de la habitación, altos y estoicos. La sensación al principio es intimidante, sin embargo, se respeta la cuarta pared; cosa que los más tímidos agradecerán.
Mendoza es Macbeth en 1910; es Shakespeare, es Juan Rulfo, es Mariano Azuela, es el periódico de hoy. La adaptación de Juan Carrillo y Antonio Zúñiga es impecable, no hay ningún momento en el que no estés viendo escenas la Revolución de forma contemporánea e isabelina a la vez. La escenografía es mínima, la atmósfera está en los gestos y movimientos de los protagonistas, todos se complementan con elementos precisos. Las actuaciones son una danza equilibrada y potente que obedecen a  una dirección perfecta.
En el aire de las diferentes escenas se transmite tensión, incertidumbre, alegría y temor. Al  final cuando te preguntas “¿Qué te hizo sentir la obra?”, no puedes contestar más que: Todo. Porque hay tantas emociones que no se podría sólo escoger una, porque es imposible sentir nada.
Mendoza

Si vas a verla te encontrarás de frente con Mendoza, con Montejo, con Aguirre y con Canosa, espíritus interpretativos que desbordan talento. Ubicados en la época de la Revolución mexicana las alianzas por el bienestar propio serán lo más importante en uno de esos pueblos de antaño que existen en nuestra historia. La política, los crímenes que alcanzan el juicio del más honesto, todo eso se verá en Mendoza. 
Es una obra de teatro que vale cada centavo, los personajes no le temen a la violencia, a la traición, a la ira ni a la locura. No defraudarían ni al mismísimo Shakespeare.
“La sangre de un líder como ese siempre alcanza para sembrar arroz y maíz y darle de comer a la historia de todo un país”
 Por Arely Domínguez. Noviembre 2013

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